martes, 20 de noviembre de 2007

CHARLES BREWER CARÍAS, OFICIO EXPLORADOR











"...He pasado mi vida explorando y descubriendo cosas que me han llamado la atención (supongo que esto debe ser “explorador de oficio”, como fui calificado por alguien) y he estudiado y participado en numerosas disciplinas científicas y carreras universitarias de las cuales he dejado como testimonio de dedicación mis obras y mis libros.
Pero como esto es muy conocido y hay algo previo a todo aquello que nos condujo a ser alguien “famoso” como infieren algunos, deseo compartir el secreto sobre cuáles fueron los primeros pasos de mi experiencia exploratoria
A los catorce años trabajaba como ayudante en el Departamento de Antropología de La Sociedad de Ciencias Naturales de La Salle y Alberto Méndez Arocha me puso el nombre de “El inquieto”. En consecuencia, y para tratar de mantenerme a la altura como investigador entre mis amigos adolescentes Juan Carlos Parisca, Gerónimo Puig, Oscar Rodríguez y Edgard Rodríguez Larralde, en el año de 1953 descubrí un gran depósito de piezas de cerámica, justo al lado de mi casa en Valle Arriba, sobre lo que cuatro años más tarde Pedro Jam publicó en la revista Antropológica Nº 5 de La Sociedad de Ciencias La Salle, un artículo anunciando que habíamos descubierto el “Primer Yacimiento Arqueológico del Valle de Caracas”.
Mis hermanos y mis primos se sumaron emocionados a la excavación, y a partir de entonces me llamaron “El científico”.
A los 16 años participé como fotógrafo en una expedición marina para hacer, junto con Méndez Arocha, Parisca y Puig, un extraordinario libro que fue publicado en 1963 que documentaba los métodos de “La Pesca en Margarita” que estaban desapareciendo. A los 19 años un compañero de estudios de la facultad de odontología llamado Carlos Soucy me regaló un libro sobre la vida del explorador P.H. Fawcett, quien desapareció en la selva del Matto Grosso en 1925 y, motivado por esa experiencia de la búsqueda de El Dorado, a los 21 años me fui a vivir con un grupo de indígenas Yekuana que habían vivido en la Sierra Pakaraima y establecido en el río Erebato. Allí aprendí a hablar esa lengua caribe que, según me han dicho sólamente la hablan otros dos “Yaranavis”; después publiqué un librito sobre la Antropología Dental que fue el primero sobre esta materia en Venezuela.
A los 23 años dirigí la primera expedición multidisciplinaria Universitaria hacia el Alto Paragua con el propósito de ubicar la ciudad perdida de San José de Guirior, amén de colectar plantas, colocarle una lupa a los mamíferos y las ranas del ecosistema, y a partir de entonces quedé para siempre embelesado con las selvas de Guayana, dirigiendo hacia su seno expediciones geográficas, botánicas, herpetológicas, antropológicas, etnológicas y espeleológicas. Todas con descubrimientos, sin lugar a dudas, extraordinarios, porque estuve iluminado y honrado por la compañía de algunas de las mentes más brillantes de la taxonomía en el siglo XX, como Maguire, Steyermark, Vareschi, Mc Diarmid, Luteyn, Wurdach, Buck, Boom, De Bellard, Anduze, Phelps, Neel, Chagnon, Barandiarán y un centenar más.
Todo esto que aquí digo podría sonar como inoportuno en este momento cuando lo que urge es debatir sobre del destino de los cañones que expusimos a la opinión pública el 1º de enero; pero sentí que recordar lo que ha sido mi trayectoria y el leitmotiv de ella pareciera necesario para los que carecen de memoria y olvidan las conquistas que soportar la hoja de vida de “explorador y descubridor de oficio” durante algo mas de cincuenta años.




Fotos y Textos tomado de Noticiero Digital